El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Gálatas 5:22, 23.

San Pablo, en concordancia con lo que enseñó Jesús sobre la perversión del hombre, describe cuáles son los resultados naturales de nuestra naturaleza caída: “Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gál. 5:20,21).

Jesús mismo habla de los frutos del corazón humano: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mat. 15:19).

Lejos de la filosofía moderna que se promociona a través de los medios de comunicación y de toda la psicología humanística, que nos dicen: “Hazle caso a tu corazón, que él nunca se equivoca” (como si el corazón humano fuese naturalmente bueno e infalible), la Revelación de Dios nos dice que el corazón humano necesita regeneración, limpieza, purificación; una transformación radical: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9).

En contraste con estas conductas nocivas que brotan naturalmente de nuestro corazón, lo que nos ofrece Dios como experiencia es el fruto precioso y sabroso de la obra regeneradora del Espíritu Santo en nosotros, del nuevo nacimiento, o conversión, tal como se encuentra en el texto de reflexión para hoy: una vida habitada por el amor, la sana alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, autocontrol.

¿Sientes apetencia por estos deliciosos frutos morales del Espíritu? ¿Aspiras a una vida de nobleza, de elevación moral, de rectitud y justicia? ¿Anhelas que tu vida sea una bendición para tus seres queridos y para todos los que te rodean? Entonces, aférrate de la promesa: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Eze. 36:26,27).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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